Tengo sueños que vuelan en clase turista y que tiene complejo de avión con tal de ver desde las alturas.
Punto y seguido, adiós a los frenos, ni siquiera los kilómetros les asfixian.
Kilómetro pero, números que se dan la mano y que separan miradas que queman, y también sueños, y metas.
Supuestamente las ganas pegan palizas a la distancia, crean puentes invisibles sobre las olas y se atreven a cruzar hasta Las Bermudas.
Kilómetros que duelen y acobardan, carreteras que asesinaron amores y vidas de papel.
Dicen estamos conectados a cualquier otra persona del planeta con solo 5 intermediarios, eso es que quizás la distancia no es tan grande y sí nuestra cobardía. Que preferimos dar cuatro pasos y tener el mundo a nuestros pies, en lugar de cruzar la calle y subir la escalera.
Kilómetro pero, porque los kilómetros son las excusas más traicioneras que escupen las bocas. Distancia es esa palabra que reventa los tímpanos cada vez que se susurra, la Kriptonita de los cobardes, el lucifer que merodea por tu ventana.
Kilómetro pero, porque el pero es en lo primero que se piensa, que revuelve el estómago y se vomita poco después. La distancia impide besos, abrazos, sonrisas, nuevas metas, la distancia encarcela mentes creativas, la distancia son solo cifras, que no ausencia.
Tengo sueños que tienen miedo al mar, que se suben a un maletero y o bajan hasta que los ves llorar de alegría.
Ganas, que no miedo, números, que no bozales.
Kilómetro pero, dragón y gusano, ese ‘algo’ que se morirá de celos cuando te vea en la otra orilla.