Hola, ya estaba tardando en pasarme por aquí.
Sé que tu boca me echa de menos, que tu estómago no ha digerido mi partida y que no has encontrado casa en otros labios.
Sé que has querido olvidarme pero no puedes, que soy esa herida que no cicatriza, un remate mal cosido y que he conseguido crear un agujero negro en tu pecho que no tiene intención de cerrarse.
Pero no, no pienso volver. Pero te advierto que esta nómada no se irá de tu cabeza hasta que la culpa se coma hasta las sábanas.
No se le puede cortar las alas al viento, tampoco a mi, que te di hasta los domingos y las ganas de revolucionar la primavera.
Maldito amor fantasma, ese que se escapaba de tu boca cada dos por tres, al que yo le sabía a poco, y ahora llora en cualquiera esquina gritando mi nombre.
No me mereces, ni tampoco me merecías el día que me comiste los miedos. Y ahora que ves que el invierno llega, que el frío te ahoga y que no te sacia ninguna boca, vienes prometiendo castillos de papel, palabras torcidas y rosas muertas.
Ahora que me ha llevado la marea te das cuenta que lo que se pierde pocas veces se vuelve a ganar.
Te advierto que no pienso regresar a tus brazos, porque necesito a alguien que me necesite incluso a oscuras, alguien con quien los lunes sean menos dolorosos y que me haga querer la guerra para encontrar la paz bajo su lengua.
Ya estaba tardando en pasarme por aquí, pero no para hacer tus sueños realidad, para que aprendas a que los diamantes no se rompen, que dejo huella aunque no quieras, que no eres para tanto ni yo para tan poco.
Ojalá el invierno te hiele el corazón, para que la primavera vuelva con el amor a cuestas pero no de mi mano.
Porque no me mereces, ni ayer, ni nunca me merecerás.