Hay una frase que dice que lo bonito es enamorarse todos los días de la misma persona.
Viciarse a sus lágrimas y encontrar las respuestas bajo sus labios.
Así que he venido a darte las gracias,
por haberte presentado de golpe,
haberme cambiado la vida y provocar que mi corazón salte al vacío sin saber nadar.
Querido amor de mi vida,
quizás ni siquiera sepa que lo vas a ser pero mi yo más profundo desea que te quedes.
Quizás nos quedan muchas cosas que aprender,
he sentido un tsunami dentro que me avisa de que vienen curvas,
y yo, con miedo a las alturas
ya estoy subida en esta montaña rusa que no tiene intención de parar.
Yo, que no creía en el amor,
que me hice pequeñita y lloré cascadas.
Yo, que pensaba que jamás encontraría alguien como tú,
alguien que me regalase sus ojeras solo por verme dormir.
Y sí, cuando menos lo quise, o menos quería que aparecieses llegaste sin ‘porqués’,
sin motivos ni razones,
me mordiste el corazón despacio, saboreaste mis miedos y los sacaste a bailar.
Mis pies se viciaron a tus pasos,
la mirada se volvió fija y la Luna se puso celosa de tantas noches en vela.
Dicen que si te saca más sonrisas que lágrimas vale la pena.
Y sí, tu vales la pena, la alegría, la espera
y sin saber montar puzzles hemos construido algo sin nombre que me llevo para toda la vida.
Porque el amor no se encuentra, se hace y se cuida.
Y sí, he de decirte que quizás eres el amor de mi vida y aún no lo sé.
Quizás soy el amor de tu vida y aún no tienes fuerzas para admitirlo,
pero te digo una cosa, acompáñame y esto será para siempre.
Querido amor de mi vida, gracias por aparecer.
Y si aún no lo has hecho…
gracias por esperarme hasta que la vida decida juntarnos.