Cómo de caprichosos son el corazón y la mente. Uno deja de sentir tras mucho tiempo y la otra  recuerda para siempre. Hay heridas que dejan de escocer como antes pero que por arte de magia se quedan con nosotros para hacernos aprender y superarnos. Se deja de querer pero nunca se olvida… y cuánta razón.

Cuando te alejas de una persona a la que amaste y por quien diste casi todo lo que tenías se hace duro, los días ayudan a calmar el llanto pero nada vuelve a ser como antes y tú… ya no eres la misma persona que eras antes de conocerle.

¿A que te acuerdas de todas las personas que te llenaron el corazón? Absolutamente de todas. No hay ninguna a la que nuestro cerebro quiera olvidar y tenga los cojones como para hacerlo.

Yo no quiero olvidar ni a quien me rompió el corazón, no por ser masoca sino porque todas aquellas personas que pasaron por mi vida de una manera u otra me han hecho ser quien soy. No quiero olvidarlas pero sí superarlas, que es distinto.

Si hay cosas que se superan, aprender a vivir feliz sin aquel o aquella que hizo de paracaídas tras el salto, aquel o aquella q quien confesaste tus secretos… y ahora es un desconocido.

Se deja de querer pero nunca se olvida, no intentes olvidar pero sí aprende a recordar sin que duela, sin que te hierva la sangre que así el sufrimiento será menor y tú mucho más grande.

Las personas somos el conjunto de decisiones que tomamos, de experiencias que nos ocurren y de heridas con nombre y apellido que en un momento fueron salvavidas.

Se deja de querer pero nunca se olvida… eso que me lo digan a mí, que llevo la cuenta de cada persona que dio un vuelco a mi corazón para no volver… y solo puedo sonreír al pensarles.

No he olvidado a nadie y tampoco quiero hacerlo, que recordar también es una manera bonita de aprender a seguir viviendo.