Limón a la herida
He rehecho mi vida, he quemado recuerdos, te he borrado de mis listas y superado a duras
penas porque te fuiste sin previo aviso.
Reconstruí los pedazos de un corazón en ruinas y todo porque huiste sin ningún tipo de
anestesia.
No deseo a nadie eso de cerrar etapas a portazos, haciendo que se caigan todos los cuadros
de la habitación para que luego llegue un silencio atronador que haga que nos piten los oídos.
Resulta que pasar de comernos el mundo a tener que inventarme una despedida que justifique
tu partida es tan solo cuestión de instantes.
Y con el tiempo, miro hacia atrás, echo limón a la herida y me doy cuenta de lo mucho que me
duele que me pidas perdón ahora que ya somos humo.
Que me digas que echas de menos mi luz y cómo te hacía brillar.
Pero lo que más me duele es admitirme a mí misma que no te he olvidado. Que sigo pensando
en ti, en cómo estarás y en cómo estaríamos.
En todo lo que fuimos y en lo que ya no seremos nunca.
Porque sí, llegas tarde.
Ya da igual que me prometas cielo porque tengo los pies en la tierra. Ya da igual lo que sienta
o lo que vuelva a encontrar en tus ojos. Ya da igual, porque te fuiste.
Te fuiste dejándome abierta en canal, y solo yo sé lo duro que fue coserme punto por punto.
Y me entristece pensarlo. Pero has llegado tarde.
Tarde porque el tren no espera si el andén está vacío.
Tarde porque sin un suelo no se construye ningún palacio.
Tarde porque de cenizas ya no surgen más incendios.
Tarde porque ya me he ido.
Y ahora en silencio, nos escucho riendo. Nos escucho con el pulso acelerado por la adrenalina,
escucho las promesas de primerizos que en su momento significaban mundo, nos escucho ser.
Ahora, en silencio, me escucho llorar.
Porque llegas tarde.

Porque ya nos fuimos.
Porque ya no seremos.

María Malvárez Bernabé